miércoles, 6 de marzo de 2013

Prólogo


Gélida noche, silencio absoluto, estrellas y luna llena, bajo el cielo negro yace una ciudad iluminada por brillantes farolas, todo tranquilo. Las personas están sumidas en un profundo sueño excepto las que tienen un trabajo nocturno, las calles están tranquilas, sin una sola alma divulgando por ahí. Sopla una ligera brisa que mece suavemente las hojas de los arboles, con un ritmo tan pausado, que el paisaje parece sacado de una canción de cuna.
Pero no todo es tanta tranquilidad, a las afueras de la ciudad, en una casa que aparentemente está abandonada, yace una mujer con su marido, su hijo pequeño de tres años, ella acaba de dar a luz una hermosa niña.
-Es preciosa, como tú- le susurra el hombre a la recién madre abrazándola con delicadeza
-Solo deseo que tenga una buena vida-contesta la mujer con voz afligida
-¿Por qué no la va a tener?
-Lo sabes de sobra cariño, tenemos que proteger a nuestra familia, sobre todo ahora que tenemos hijos
-Lo sé cariño, ahora no es momento de pensar eso
-Claro que es momento- le replica un poco enfadada- en los últimos seis meses ya nos ha atacado más de diez veces, y los dos sabemos su objetivo
-Por eso no quiero pensar en ello, ¿tanto es pedir una vida normal con nuestros hijos?   
-Imposible, sabes lo que dice la leyenda
-La segunda de las segundas está destinada a cambiar el mundo, y a acabar de una vez por todas con él- recita de memoria
-Exacto, y por eso mismo nos ha atacado, para evitarlo, hemos conseguido que nuestro hijo sobreviviese al último ataque, pero por poco
-¿Y qué propones entonces? No nos podemos volver a mudar, ya se está haciendo mayor y no creo que sea tonto como para no darse cuenta de las cosas que ocurren a su alrededor
-No lo sé, ahora lo principal será cuidar de nuestra hija
-Es verdad- cede él- ¿ya sabes como la vamos a llamar?
-Sí- contesta la mujer- Me gustaría que su nombre fuese Samara

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